Hace más de 4.000 años que el ser humano comenzó a fermentar la uva, bien fuera por cuestiones del azar, producto de su temprano espíritu científico o de la propia y simple curiosidad humana; esa bebida, que pasó de almacenarse en ánforas a servirse en el más exquisito cristal con el devenir de los tiempos, sigue considerándose una bebida de dioses